XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

La encuesta del INI

Manuel Santafé, 15 años

                      Colegio El Prado (Madrid)    

«Todos los días me suena el despertador a las siete de la mañana. Me levanto con los huesos molidos, pero enseguida me visto y voy al cuarto de Lucía. Es la menor de mis hijas, aunque ya tiene dieciséis años.

»Apenas entro, le abro las cortinas para que la habitación se llene de luz. Y siempre le lanzo el mismo saludo:

»—¡Buenos días! ¿Cómo está hoy mi princesa?

»Su respuesta suelen ser unos sonidos indescifrables, porque Lucía está enferma. Padece esclerosis desde que era muy pequeña. Desde hace cinco meses no puede mover ningún músculo externo, salvo la lengua.

»La levanto, le quito el pañal, la visto y después vuelvo a tumbarla para que vea un rato de televisión mientras le preparo el desayuno. Hay que tener en cuenta que para ella cualquier movimiento comporta mucho esfuerzo.

»En el piso de abajo es habitual que en la puerta haya colgada una notita. Es de mi marido, Luis. <<Hoy llegaré tarde. No me esperes para cenar>>. La despego de un tirón y la dejo sobre un mueble de la entrada.

»Después me acerco a la habitación de Mario y abro la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido. Pero casi siempre Mario ya está despierto y con un libro en las manos. ¡Le encanta leer!

»—Vístete y baja a tu hermana a desayunar. Después nos iremos a dar un paseo.

»Esos paseos por el parque no resultan fáciles. La gente nos lanza miradas indiscretas, ya que una niña con las dificultades de Lucía llama la atención. Pero es soportable. Por ejemplo, hoy mismo un niño le ha preguntado a su madre si sabía qué le ocurre a mi hija. Aunque lo ha dicho en bajo, su dedo nos señalaba y los tres hemos podido escucharle.

»Hoy, al volver a casa, he tenido que prepararles la comida, así que les dejé al cuidado de “La florero”, que es como llamo a la enfermera que viene a cuidar a Lucía, porque siempre lleva en el pelo una flor enganchada con una horquilla. Cada día una distinta. Es algo peculiar.

»A “La florero” nos la envía la Comunidad. Ella la cuida dos horas al día, excepto los fines de semana. Le da las pastillas correspondientes y le mueve las extremidades. Ese par de horas es el que puedo aprovechar para tomar un descanso entre semana. Pero la Comunidad solo le paga una hora.

»Hoy ha sido el día que le toca cobrar. Al buscar el dinero en mi bolso, me he dado cuenta de que no he pasado por el banco. Le he dicho que espere un momento y he salido a la calle en busca de un cajero, así como unos euros de más para tener efectivo.

»Por las tardes solemos ver los tres juntos un rato la televisión. Después les doy de cenar y, por fin, les meto en la cama.

»Pero usted ha llamado a mi puerta, presentándose como un agente del Instinto Nacional de Estadística... La he dejado entrar, le he ofrecido un café y, mientras lo tomábamos, me ha pedido que le explique cómo es mi día a día. ¿Qué más quiere saber?».

«—Creo que lo he entendido todo, señora. Tiene un hijo pequeño y una hija enferma, así como un esposo que se pasa el día trabajando. De modo que usted aguanta sola todo el peso de la casa…

»Asentí, comiéndome las lágrimas.

»—¿Por qué sonríe?

»—Sonrío porque tengo un marido que me quiere y sacrifica su vida por mí y por sus dos hijos. Sonrío porque soy una de las madres que más tiempo pasa con sus pequeños.

»—Pero él nunca está.

»—No se equivoque. Sin su esfuerzo, no podríamos salir adelante».

—Y eso ha sido todo, cariño. En cuanto se ha marchado, he cogido el móvil para contártelo.

—Me has dejado mudo, Maribel. Pero es mejor que hablemos en cuanto llegue a casa; estoy conduciendo y me van a poner una multa.