XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

La espera

Isabel Ros, 16 años

                Colegio Senara (Madrid)    

No sabía qué hacer. Llevaba horas debatiendo sobre el tema y seguía en la misma pos-tura que al principio. Nerviosa, se frotaba las manos y de continuo dirigía su mirada hacia la puerta. Ante el menor ruido, saltaba, y cada poco miraba el móvil con ansie-dad. Se había comido una tableta de chocolate relleno de algo que no se había parado a identificar, incumpliendo la firme promesa de abandonar ese tipo de alimentos has-ta que acabara la dieta en la que se encontraba. ¡La enésima en ese año!

Sonó el teléfono. Sostuvo el auricular entre sus manos, que temblaban compulsiva-mente. A pesar de llevar toda la tarde aguardando esa llamada, ahora le daba miedo saludar. Finalmente lo hizo, y una voz de hombre sonó al otro lado de la línea. Antes de que la información llegara a su cerebro, este emitía una cantidad asombrosa de res-puestas. Le hablaba un extranjero, de Europa del Este. Su voz pausada y con marcado acento transmitía seguridad y una ligera emoción debida, pensó ella, a las circunstan-cias. De fondo, el silencio. La mujer se mordía las uñas. Le estaba costando procesar lo que aquel hombre le contaba. El miedo que había almacenado en la soledad afloró en lágrimas silenciosas. Las milésimas de segundo que tardó la información en llegar a su cabeza fueron horribles. Y por fin…

—Están las dos bien. Puedes venir a verlas. Pero ven tú sola. La dirección es…

Se dejó caer en el sillón. Suspiró tranquila. Su esposo la miró inquisitivamente.

—Era Andrzej. Están bien las dos. Puedo ir a verlas, pero ha dicho que sola.

Respiró profundamente un par de veces, para poner en orden sus emociones: todo estaba perfecto, todo había salido bien… ¡Era abuela de nuevo!