IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

La excelencia

María Martín, 15 años

                  Colegio Guadalimar (Jaén)  

Dice el Diccionario que la excelencia es aquella expresión que indica que algo o a alguien le corresponde un apelativo más que ningún otro; el tratamiento honorífico que reciben algunas personas por su cargo o dignidad. La excelencia es la meta a la que aspiramos, sí, pero para mí tiene, además, otro significado.

Es un camino de superación que hay que recorrer constantemente. “La excelencia es un hábito”, decía Aristóteles. Mantenerse en lo alto es mucho más difícil que llegar a él. Es decir, que el triunfo no es algo que se da por casualidad, sino que es el fruto del trabajo bien hecho y con dedicación, fervor y constancia, sin que nos derrumbemos por los obstáculos del camino. En lo excelente siempre buscamos, como única recompensa, la satisfacción del deber cumplido en el quehacer cotidiano y el servicio a los demás.

La excelencia hay que ganársela, luchar por ella aunque suponga renuncias, muchas renuncias. Esta pelea la encontramos en el colegio, en la universidad y en el trabajo, pero también se da en la vida familiar, con los amigos y con uno mismo.

Para avanzar por el camino de la excelencia hace falta voluntad, esfuerzo, asumir los propios errores, los límites personales y no perder el afán de servicio. No es que tengamos que ser perfectos, pues con el perfeccionismo no podemos disfrutar de las pequeñas cosas que endulzan la vida ni lograríamos aprender de nuestros errores. Tampoco hay que tener el máximo grado de inteligencia, demostrar unas habilidades sobrenaturales; medianamente listos y con cualidades normalitas, somos muchos.

Aun así, la Excelencia es difícil… ¿verdad? Pero tenemos el mejor ejemplo de todos: Jesucristo. Cada palabra que dijo, cada acto que realizó, el empeño en su oficio (pues antes de anunciar el Evangelio trabajó como carpintero), el amor que mostraba por los demás, su obediencia a la misión encomendada por el Padre y su fe, fueron siempre excelentes. Imitándole, nuestra excelencia está asegurada.

Como para llegar a ella debemos emplear muchísimo esfuerzo, la excelencia no se da sino que se reconoce.