IX Edición
Curso 2012 - 2013
La lista
Macarena Pérez Navarro, 16 años
Colegio Zalima (Córdoba)
Estaban a punto de dar las campanadas. Desde vivía en Londres, Paloma pasaba la mayoría del tiempo sola. Cuando miró la pantalla del televisor, ya estaban dando los cuartos. Sin que ella se diera cuenta, sonó el último golpe de campana: había comenzado un nuevo año. Sin muchas ganas, decidió escribir una lista con las cosas que debía realizar en los siguientes doce meses.
Abrió los ojos. La televisión seguía encendida, los platos puestos sobre la mesa y había un papel arrugado sobre su tripa. Se había quedado dormida después de finalizar aquella lista, que no tenía fin. ¿Tantas cosas tenía que cambiar? La primera tarea que se había propuesto llevar a cabo, era una limpieza general del piso. Comenzó con el salón. Fregó los platos. Pasó la aspiradora. Limpió las ventanas. Ordenó el armario. Tendió la ropa…
Había llegado el medio día. Le rugían las tripas, así que descongeló unas patatas fritas y preparó una hamburguesa. Se llevó la comida al salón. Al abrir de nuevo la lista, encontró que la segunda tarea apuntada se refería a su salud; especificaba adelgazar cinco kilos y salir a correr dos veces por semana. Miró el plato. Al ver tantas grasas saturadas, llamó a Tommy, su perro, que en apenas dos segundos le miraba meneando el rabo. Volvió a la cocina y se preparó una ensalada y una tortilla francesa. Por la tarde salió a correr por un circuito que no estaba muy lejos de su casa.
Cuando llegó el verano, más de la mitad de la lista se encontraba tachada. Las tareas sobrantes eran demasiado difíciles de cumplir. Por ejemplo, la que tenía el número 78 era complicada: ¿cómo iba a salvar una vida?... Tardó bastante en dar con la solución. Decidió pasarse por una perrera y acoger un cachorro. La 84 consistía en hacer una labor a favor del medio ambiente: con un número reducido de personas, anduvo por toda la costa del norte de Gran Bretaña recogiendo latas y bolsas de plástico. La 91 era reunirse de nuevo con sus familiares. Quería que ellos viniesen a Londres, no viajar ella a España. Cuando los suyos llegaron, se asombraron al ver cómo había cambiado Paloma. Quedaron fascinados al ver que el piso estaba limpio y pintado de un color claro, que lo hacía más espacioso. Sus padres decidieron quedarse una semana en Londres para hacer turismo.
Sólo le quedaba una línea por tachar: dar la vuelta al mundo. Juzgó que no le quedaba tiempo para realizarla en ese año. Sin embargo, su madre, el último día de la estancia de su familia en Londres, leyó la lista. Al descubrir que a Paloma tan sólo le quedaba una tarea, empezó a hacer memoria. Le obligó a coger la moto y a que la llevara a ella atrás. A gritos le ordenaba que girara hacia la derecha, y más tarde hacia la izquierda. Llegaron a una rotonda enorme, en la que en la parte central había un globo terráqueo. Paloma se echó a reír. Con aquella moto antigua, le dieron un par de vueltas.
Fin... Había tachado cada uno de los retos de aquella lista antes de que se acabara el año. La enmarcó para ponerla frente a su cama, para que cada mañana, al despertar, se diera cuenta de que era capaz de realizar todo lo que se propusiese.