XIX Edición
Curso 2022 - 2023
La Niña Perdida
Laura Palomo, 18 años
Centro Zalima (Córdoba)
Cuando era niña y creía que con fe, esperanza y polvo de hadas las personas podían volar, Laura se asomaba por las noches a la ventana, anhelando vislumbrar la Segunda Estrella a la Derecha, pues confiaba en que Peter Pan iría a visitarla para llevarla volando al País de Nunca Jamás, donde no se haría mayor y jugaría por siempre con los Niños Perdidos y Campanilla, que le nombrarían la primera Niña Perdida.
Laura esperó y esperó… Y creció.
El pasado mes de febrero cumplió dieciocho años y supo que la puerta a Nunca Jamás se le había cerrado para siempre. A su alrededor, otros jóvenes se alegraban de alcanzar la mayoría de edad, pues al fin podían entrar en las discotecas y comprar alcohol sin ningún tipo de restricción, como si no lo hubieran hecho antes de llegar a los dieciocho. Algunas de sus amigas organizaban bailes de puesta de largo, pero Laura no terminaba de comprender la finalidad de dichas fiestas. Por lo que había leído, décadas atrás se convocaba a dicha conmemoración cuando una joven alcanzaba, como ella, la mayoría de edad, momento establecido para que se le bajaran los dobladillos de las faldas y se la presentara en sociedad como “señorita casadera”. <<Ahora>>, pensó con triste ironía, <<si acaso se pondrán la falda a modo de cinturón>>. Y aunque le ilusionaba la perspectiva del matrimonio, no le parecía oportuno casarse tan joven.
Lo que la desconcertaba era cómo en el momento en el que el mundo empezaba a exigirles mayores responsabilidades, los recién llegados a la madurez sólo parecían considerar la oportunidad de “desmadrarse”, cuando lo que toca a los dieciocho es elegir una carrera universitaria, afianzar el conocimiento práctico de otro idioma, tramitar becas y matrículas, y decidir a qué partido se va a entregar el voto en las elecciones. Mientras a Laura le consumían las preocupaciones, nadie en su entorno parecía inquietarse por estos asuntos, como si no entendieran qué significa ser adulto.
Consideró que, ya que no había sido la primera Niña Perdida, al menos no se había convertido en una Adulta Perdida en la confusión del mundo que le había tocado vivir.
A veces Laura cae en la cuenta de que, al igual que cuando era niña, sigue esperando que Peter Pan se asome a su ventana.