XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

La pelea 

María Ripol, 15 años

Colegio La Vall (Barcelona)

Se miró las manos llenas de sangre y rompió a llorar como un niño. Nunca pensó que tendría tanto miedo. El mundo se le caía encima de la conciencia. 

Guillermo estaba sentado bajo el pequeño porche de una tienda de Barcelona, que a esas horas de la noche permanecía cerrada. El callejón lo iluminaba la desenfocada luz de las farolas. Pasó una ambulancia con su sirena chillona. Él siempre se había considerado una persona valiente, el chico al que nadie se atrevía a acercarse. Pero ya no aguantaba seguir con aquel papel.

A unas pocas calles de distancia, unos jóvenes gritaban y lloraban. Apareció un retén de policía.

–¡Atrás, atrás…! Necesitamos que la zona quede limpia.

Pero un grupo no estaba dispuesto a perderse un solo detalle.

–Vosotros, id con el oficial –les ordenó un agente mientras señalaba a otro policía, que los esperaba apoyado en el capó de un coche.

Una chica gritó:

–¡No hemos hecho nada!

El que parecía el mayor de la pandilla, la abrazó para calmarla e hizo una seña al resto para que hicieran lo que les habían ordenado.

–¿Nombres? –pronunció el agente sin levantar la mirada de una libreta

–Iván Ventura –respondió el mismo muchacho, que parecía tenerlo todo controlado. Él se encargó de contestar a todas y cada una de las preguntas, mientras el resto observaba la situación.

–Quiero saber qué ha pasado; cada detalle es importante –continuó el policía, intimidándoles con la mirada.

Iván miró al suelo. Estaba asustado, pero reuniendo todas sus fuerzas le aguantó la vista al oficial, y respondió:

–Ha sido un accidente. Nadie quería que pasara–. Después de un rato de silencio, sin poder contener su pena, siguió:–. Mi amigo y yo habíamos quedado con la pandilla en uno de los bares de la zona, ya que no nos veíamos desde hacía tiempo. Mi amigo lo ha pasado mal tras el cáncer de su madre y queríamos distraerle. Julián es conocido de una de las chicas del grupo, así que decidió venir a pesar de que nos guardaba rencor. Durante la noche no hizo más que soltar comentarios que no debía, y cuando se refirió a la difunta madre, todo se les fue de las manos. Mi amigo había bebido mucho y los comentarios de Julián hicieron que estallara. Se empezaron a pelear, y no conseguimos separarlos. Cada vez había más odio en sus miradas. Pero mi amigo nunca haría daño a nadie. 

–Tu amigo, tu amigo… Vamos, ¿quién ha sido? –. El oficial no mostraba ninguna compasión. Miró a Iván mostrándole aún más autoridad.

–No puedo decírselo –el chico empezaba a rendirse, así que tomó a la chica del hombro para escapar de la escena.

Mientras intentaban huir, Andrés, uno de los presentes, se dirigió al oficial, muy nervioso.

–Ha sido Guillermo –habló mirando el suelo, porque no se atrevía a levantar la vista.

–¿Cómo te llamas?

–Andrés.

Uno de los policías le ordenó que le acompañara en su coche para realizar una búsqueda. Mientras, el de la libreta prosiguió su interrogatorio sin mostrar ningún tipo de sentimiento.

–¿De qué conocéis a Guillermo y dónde está?

–Señor, por favor… Soy su mejor amigo y ella es su hermana –miró a la muchacha–. Ha sido un accidente; Guillermo no quería que pasara nada. 

–Tranquilos; lo llevaremos a comisaría, pero os prometo que haré lo posible para defenderlo. Solo necesito saber dónde está –se mostró más empático.

–No lo sé –reconoció Iván, secándose las lágrimas. Llorar le calmó.

–¿En dónde vives? –preguntó el agente, esta vez dirigiéndose a la chica.

–A casa seguro que no ha ido –le contestó–. Es el último lugar donde se escondería.

El policía les hizo un gesto para indicarles que se podían ir. 

Ambos se marcharon a recorrer las calles en busca de su amigo.

Ya casi había amanecido. Guille iba sentado en el asiento de atrás del coche patrulla. Miraba por la ventanilla las calles de la ciudad, con las manos escondidas entre sus piernas. No tenía el valor de aceptar lo sucedido. Al pasar por una plaza reconoció a su hermana y a Iván. Se cruzó la mirada con ellos y forzó una triste sonrisa.