IX Edición
Curso 2012 - 2013
La risa cobarde
Paula Pernas, 14 años
Colegio Ayalde (Bilbao)
Hace unos meses, cuando volvía a casa desde el colegio, oí risas y cuchicheos a mi espalda. Me pudo la curiosidad; al girarme vi una cuadrilla de chavales que se reían de una chica más o menos de mi edad. El asunto es que estaba algo rellenita y, evidentemente, no cumplía esos cánones de belleza que gobiernan el criterio de todo el mundo, también el mío.
Cuando la pandilla se fue, me acerqué a la muchacha, dispuesta a animarla. Estaba llorando. Supuse que por tener el orgullo herido, pero me equivocaba: no lloraba por lo que le habían dicho, sino porque pensaba que aquello que le habían dicho era cierto y le hacía creerse menos digna que los demás a causa de su físico.
Me pregunto quiénes fueron responsables, un día, de crear los parámetros de la belleza. Es decir, que para que una persona se sienta a gusto tenga que ser atractiva, espigada y alta. Me pregunto quién estuvo de acuerdo con aquella tiranía y resolvió seguirla. Aunque, en realidad, concluyo que todos nosotros lo hicimos y somos, por tanto, responsables.
¿Por qué nos dejamos llevar por algo tan subjetivo? ¿De verdad creemos ciertos esos cánones que hunden la moral de tanta gente? Me temo que no solemos reflexionar sobre ello; tan solo aceptamos que es lo adecuado, incluso lo mejor. Estos criterios se reflejan en todas partes: en las tiendas de ropa, en la televisión, en el cine, en la música, en las revistas… Nos paramos a reflexionar que funcionamos porque todos los hacen, porque seguimos porque sí los pasos que marca la mayoría.
Lo más importante en una persona no es su físico sino su dignidad –que está por encima de cualquier otra valoración-, sus sentimientos y su manera de ser. No digo que no debamos cuidarnos, ni dejar de hacer deporte, ni despreocuparnos de lo que comemos o cómo nos vestimos. Tan solo propongo que a la hora de valorar a otra persona tengamos en cuenta sus valores, independientemente del físico, algo secundario.