XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

La singularidad de la música 

Pablo Calomarde, 17 años

Colegio Iale (Valencia)

¿Quién no tiene algún pariente que forme parte de una agrupación musical, de una banda local o que aporree un instrumento? Por eso, muchos padres sueñan con pasar la batuta -nunca mejor dicho– a sus hijos, con encontrar un lugar en donde les enseñen a tocar algún instrumento. Y entre ellos, también son muchos los que desean una enseñanza disciplinada que comience por el solfeo. 

Lo mío es el piano. Lo toco desde que soy pequeño. Mi hermana me dio algunas lecciones de armonía que me aprendí de memoria, hasta que logré entrar en un conservatorio. Por eso recuerdo con especial emoción el día que me llamaron a una audición para aprobar o no mi entrada. La noche anterior apenas pude dormir. Me inquietaba sentarme ante un instrumento que no era el mío y ante un grupo de desconocidos, para convertir en música una partitura.

Pensar que una combinación de notas pueda llegar a formar una perfecta armonía es algo que me fascina. Por eso, delante de las teclas no me canso, como si no existiera el tiempo. Por eso, a pesar de todos los años que llevo estudiando en el conservatorio, me sigue sorprendiendo la armonía que surge de determinadas combinaciones de notas musicales. Es el orden creativo. 

Cuando me siento en la banqueta, me evado y entro en el universo de las partituras que interpreto. Mis manos, mi cuerpo entero, se vuelven uno con el instrumento. Nada me distrae, nada me perturba. La música es como una flecha que me atraviesa de parte a parte. También me sucede cuando escucho a J.S. Bach, con sus majestuosos contrapuntos, o a Beethoven en sus deslumbrantes Sonatas. 

Lo mejor del piano es la satisfacción de perfeccionar una obra, hasta tal punto que uno mismo se sorprende de sus capacidades. Y lo mejor llega cuando te unes a otros músicos en una orquesta. 

Pese a lo que pueda parecer, aprender a tocar correctamente un instrumento no es tan complicado. Solo requiere cierto compromiso y dedicación. Todo el trabajo invertido merece la pena cuando llegas al día de la audición y te felicitan los profesores. Mi propia historia, además, me demuestra que esa primera experiencia en público me ayudó a coger soltura y a superar el pánico escénico que tanto perjudica a un intérprete.