IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

La taza de chocolate

Verónica Adell, 16 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)  

Marco se despertó de un salto. Se vistió y cogió las llaves del mostrador que había junto a la puerta. Eran las siete de la tarde.

Como hacía frío, se encogió en su abrigo, que una vez perteneció a su hermano mayor. Intentaba no pensar en él..., pero le resultaba inevitable echarle de menos. Hacía cuatro años que se había ido a la guerra junto a su padre y aún no habían vuelto. La madre de Marco les daba por muertos, lo que no parecía importarle.

Sin embargo, Marco albergaba en su interior una luz de esperanza.

Cruzó la calle y penetró en la taberna donde su madre solía llevarle por su cumpleaños. Se sentó junto a la barra, contó las monedas y esperó a que la tabernera se acercara.

-Una taza de chocolate, por favor-pidió con timidez.

Aquel chocolate caliente le iba a costar los ahorros de seis meses. El resto del dinero que ganaba, se lo daba a su madre: intentaba ayudarla, con la esperanza de que fuera una mujer feliz. Ella jamás se lo agradecía.

Rodeó la taza con las manos y dejó que el calor las calentara lentamente. Cerró los ojos para disfrutar de aquel momento. De repente oyó un alboroto procedente de la calle: tambores, trompetas y panderetas retumbaban cada vez más alto. Miró con atención a través del ventanal y vio pasar a una banda de música. Detrás, desfilaba un triste grupo de militares: unos heridos, otros cansados y otros... Otros no volvieron.

Marco se puso de puntillas, exaltado. Puede que su hermano estuviera entre ellos, que hubiera vuelto. Volvió los ojos hacia el chocolate: tenia que elegir entre la única delicia de aquel año o...

No lo pensó dos veces. Salió a la calle y miró a todas las direcciones. Se subió a una farola para ver mejor. Más militares venían hacia allí. Él les inspeccionaba el rostro, uno a uno. Estuvo más de diez minutos esperando encontrarlo, pero se equivocaba.

Cuando bajó, se sentó en la acera, triste. Lo daba todo por perdido. Pero alguien colocó una mano en el hombro de Marco.