IX Edición
Curso 2012 - 2013
La última nota
Laura Castelblanque, 14 años
Colegio Vilavella (Valencia)
Me levanto por la mañana en una habitación desconocida y con un pijama que no recuerdo. Me acerco a la ventana –comportamiento habitual de cualquier persona que no sabe dónde está- y leo una nota colocada estratégicamente que dice: <<Enciende el televisor>>. Tras presionar el botón, aparece en la pantalla una graduación. Me reconozco en el minuto veintidós, cuando ante la cámara pronuncio un discurso. Aparezco con el traje de la celebración, pero no recuerdo haber estado allí ni haber dicho esas palabras. Al acabar la cinta, la pantalla se queda en negro.
Salgo de la habitación guiado por un aroma de tostadas recién hechas y mantequilla derretida. Llego a la cocina y me encuentro con una chica untando en el pan mermelada de arándanos. Se presenta:
-Buenos días dormilón, estaré aquí durante el día de hoy para ayudarte.
Suena tan familiar que llego a pensar que la conozco, pero mi memoria me engaña y rápidamente se convierte en una extraña. Me dice que estará tan solo un día, ¿quizás porque mañana no la recordaré y ella lo sabe? Sospecho que cada mañana la conozco por primera vez.
Tras desayunar vuelvo a la habitación. Intento recordar, pero no funciona. Salgo en busca de algo que hacer cuando me invade la curiosidad por dos puertas que hay en el pasillo. Entro en la primera y descubro una gran habitación con tres ventanales que la llenan de luz y una biblioteca a rebosar de libros. Me llama la atención un volumen: “A orillas del río Piedra me senté y lloré”. Entre sus primeras páginas encuentro una hoja de un almanaque que hay sobre una mesa. Es el día anterior al que ahora muestra el calendario. Arranco la del día de hoy y la sustituyo en el libro. Paso las horas leyéndolo, aguardando un final que sospecho.
Acabo el libro. Son las dos y media. Entra a la biblioteca la chica que esta mañana cocinaba tostadas:
-Has acabado ya el libro. Ahora, a comer.
-¿Cómo sabes que lo he acabado?
-Son las dos y media -responde. Y cierra la puerta con una risita entre dientes.
Ella me hace preguntas sobre la novela durante la comida. Yo creo contestarlas por primera vez, pero sabe las respuestas de memoria y no puedo evitar fijarme en cómo mueve sus labios respondiéndolas inconscientemente. Al levantarse de la mesa, dice:
-Venga, aún te queda una habitación.
No logro entender por qué sabe que tenía pensado entrar en la segunda habitación al acabar la comida. Pero esta inquietud no me frena; al contrario, mi curiosidad crece.
Espero dos o tres minutos frente a la segunda puerta y la abro. Tan sólo es una habitación fría y oscura, con las estanterías vacías y una ventana sucia que impide el paso de la luz. En el rincón más oscuro hay un armario medio abierto. Me acerco dispuesto a cerrarlo, pero me deslumbra un resplandor que se cuela por una abertura.
Apoyo la mano en la pared interior del armario, para intentar descubrir de dónde viene esa luz. La madera cede por el peso de mi cuerpo, separándose del armario, como si fuera otra puerta que se abre a una nueva habitación.
Entro de un salto a la tercera habitación. Cilindros de luminosidad atraviesan la ventana e iluminan un piano de cola negro. Me siento ante el teclado y paso las yemas de mis dedos por cada rectángulo blanco, por cada rectángulo negro. ¡Ahora recuerdo!... Recuerdo descubrir esta habitación cada día. Empiezo a tocar. Recuerdo el primer día en casa, conocer a Julia por primera vez preguntándome qué me gustaría desayunar. Recuerdo que, subiendo la escalera de las estanterías de la biblioteca, cayó un libro abierto y decidí leerlo hasta el final. También las constantes interrupciones de Julia preguntando cuándo acabaré el libro para preparar la comida y sus preguntas sobre la novela. Recuerdo contarle a Julia mi intención de visitar la última habitación del pasillo. La música sigue sonando… Finalmente recuerdo la hora a la que cada día mi memoria se apaga y olvida.
No dejo de tocar. Tan sólo quedan unos segundos que coinciden con el final de la partitura escrita en mi memoria. Me hace feliz la idea de volver a descubrir mañana mi piano. Suena la última nota.