XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Lágrimas

Ana Belén Rodríguez Alenza, 14 años

                 Colegio Pineda (Barcelona)    

El cuerpo humano tiene diferentes maneras de expulsar las sustancias intrusas que lo atacan: toser, sudar, vomitar... A mí me agrada la reacción de defensa de los ojos, aunque no siempre que nos asaltan las lágrimas es porque nos ha entrado una mota de polvo o nos hemos puesto a estornudar. A veces necesitamos defendernos de algo que no se ve porque no es físico. Por eso lloramos.

Nuestro cuerpo (ayudado por nuestra mente) detecta cuándo algo nos duele en el corazón y nos hiere el alma, e intenta evitarlo ayudándonos a que lo dejemos de ver. Entonces se nos empañan los ojos, porque no podemos soportar la realidad que nos envuelve, demasiado dolorosa.

Las lágrimas son el escudo de la mente para vencer la tirana tristeza. Por eso llorar es un desahogo, aunque a veces las usamos demasiado tarde, cuando ya estamos sometidos al desconsuelo.

Llorar es poner un telón sobre la realidad. Un tupido velo entre nosotros y el mundo. Un muro líquido y salado que nos separa de la tristeza. Un remedio corporal para que no nos demos cuenta de lo que está pasando. Porque el cuerpo sabe que «ojos que no ven, corazón que no siente».