XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Los girasoles ciegos

María Guitián, 15 años

                 Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)    

Las personas «diferentes» tienen unas cualidades que las hacen dignas de admiración, aunque los demás digan lo contrario. Hay veces que nos resulta más fácil aceptar imperfecciones en algún ser vivo que en los seres humanos. Si viésemos un pollito con una sola pata gritaríamos a los cuatro vientos la pena que nos da. Sin embargo, esta reacción es la última que tenemos cuando vemos a un hombre cojo pidiendo en la boca del metro.

Recurro a otro ejemplo: el girasol es característico por, como indica su nombre, su tendencia a girar hacia el sol. Es como si tuviese ojos y dirigiese la mirada hacia él todo el tiempo. Pero, ¿qué ocurriría si un girasol fuese ciego? Podríamos pensar en dos posibilidades: la primera, que ese girasol jamás podría girar al ritmo de sus compañeros y desentonaría; la segunda, que a pesar de su deficiencia visual, acabase desarrollando una técnica para seguir girando en busca de la luz solar, como sucede tantas veces en la evolución de las especies.

Ser diferente no significa ser objeto de desprecio. Las razones que motivan que un individuo sea distinto del resto de su especie pueden ser variadas, desde genéticas, hasta accidentales. Con el fin de aceptar la diferencia, nada mejor que aceptarse primero a uno mismo; ese es el mejor punto de partida para aceptar después a los demás.