XIX Edición
Curso 2022 - 2023
Marionetas de la IA
Leandro Mazuelos, 15 años
Colegio Altair (Sevilla)
Tengo por costumbre leer el periódico por las tardes. Y me gusta hacerlo a la antigua usanza: en papel. Aunque, en realidad, las noticias las miro por encima, muchas veces sin pasar de los titulares. Prefiero detenerme en los artículos de opinión, en los que desde hace un tiempo destaca un asunto: la Inteligencia Artificial.
Los pareceres acerca de esta nueva realidad son diversos: si a unos les entusiasma, otros se muestran alarmados. No olvidemos que reputados sabios del siglo pasado, como Albert Einstein, mostraron su preocupación respecto al vertiginoso desarrollo que experimentaba por entonces la tecnología. Del mismo modo, hoy saltan las alarmas cuando algunos científicos sostienen que la IA será el remedio definitivo a todos los problemas del ser humano.
Aunque, a primera vista, la idea de que sean las máquinas las que se ocupen de hacerlo todo –¡incluso pensar!– resulte atractiva, basta reflexionar para darse cuenta del peligro que conlleva. Me voy a centrar en la capacidad de decisión que se les otorga. Por ejemplo, cuando la IA se aplica en la medicina, son los sistemas informáticos los encargados de diagnosticar y pautar los tratamientos para el paciente. En el ámbito judicial, a su vez, muchos creen que se podrá reemplazar al juez por esa Inteligencia Artificial, a la que algunos consideran perfectamente imparcial. Las máquinas, por tanto, van a dejar de ser instrumentos, para sustituir al ser humano en funciones tan básicas como necesarias.
La cuestión conduce a preguntarnos si las máquinas deben decidir sobre la persona. Quiero decir, si un algoritmo matemático debe planificar la vida humana. Hay que tener en cuenta que la IA, por muy perfeccionada que esté, no tiene alma y, por tanto, carece de conciencia, lo que le impide determinar qué es bueno o malo para el hombre. Además, por mucho que se reduzca su margen de error, este nunca llegará a ser nulo. Por tanto, en el caso de que se equivoque… ¿quién se hará responsable de sus errores y de los daños causados? ¿a quién deberemos reclamar?
La vida es demasiado valiosa como para que una máquina juegue con ella, por muy ajustadas que estén sus funciones. De otro modo, a quién le gustaría, si se enfrenta a un juicio, que la absolución o condena dependiera del cálculo emitido por la Inteligencia Artificial, o quién desearía, en un trance a vida o muerte, que la IA sustituyera al médico que tiene conocimientos para sanar y acompañar en el proceso de una enfermedad.
Creer que la IA solucionará todos los problemas del ser humano, es como pretender resolver un problema filosófico aplicando fórmulas y cálculos matemáticos: simplemente, no se puede. Pero la mayoría de la gente no parece comprenderlo. Quizá lleguemos al extremo de que muchas personas pretendan que sea la Inteligencia Artificial la que piense por ellas. Digo pretendan, porque las máquinas no pueden pensar. Y quizá dejaremos de leer el periódico por las tardes, ya que una máquina lo hará por nosotros.