IX Edición
Curso 2012 - 2013
Mi primera conversación
con el extrovertido
señor William
Javier Taylor, 15 años
Colegio Tabladilla (Sevilla)
Iba por una calle cualquiera de Sevilla, dándole vueltas a mis múltiples problemas. Caminaba como suelo andar, cabizbajo y a paso somnoliento, como sin rumbo, confiado en que la misma inercia y la costumbre me llevaran de vuelta a casa. Entonces, choqué con alguien.
Levanté la vista, seguro de toparme con un turista tan despistado como yo, pero cuál no fue mi sorpresa al encontrarme con un hombre de gruesa constitución y gesto simpático, vestido elegantemente. Ocultaba su falta de pelo con un sencillo sombrero. Me alargó una mano a la vez que dibujaba una sonrisa.
-Buenos días. Me llamo William. William a secas. Y usted es…
-Braulio Llamero. Buenos días –le devolví el saludo totalmente desconcertado mientras estrechaba su mano.
-Hace un día excelente -. Al tiempo que hablaba miraba con descaro mi anillo de matrimonio-. Supongo que lo pasará usted con su familia. Tiene usted hijos, ¿verdad? -. Pensé que lo deducía por mis ojeras-. Y perdone mi indiscreción, pero ¿vive usted en este barrio tan precioso?...
-Si... Bueno... Tengo varios... Vivo dos manzanas más adelante... ¿Nos conocemos?
-Por supuesto –se rió-. Soy William. William a secas, médico de profesión e inquilino del 4ºC del número 11 de la calle Virgen de África. Y usted es Braulio Llamero. Acabamos de conocernos, hace escasos segundos. Por cierto, aún no me ha dicho en qué trabaja.
-Oh… Pues trabajo como profesor en un colegio. Se llama Altair.
Aquel extraño personaje estaba rompiendo todos mis esquemas sobre los respetos humanos. Era improbable que se tratase de un ladrón, ya que con esa gordura difícilmente podría introducirse por una ventana.
-¡Altair!... ¿No es uno de los colegios a los que la Junta de Andalucía pretende retirar el concierto si no se convierte en mixto?
-El mismo. Es una pena lo que nos sucede, pero estamos haciendo lo imposible para que se haga justicia: recogemos firmas de ciudadanos de bien y tal y cual. Si quiere colaborar, un día de estos me paso por su casa. ¿Dónde dijo que vivía? ¿En el 4ºC del nº 11?... -. Su desvergüenza finalmente se me había contagiado.
-Una excelente idea -. Después de consultar su reloj se despidió-. Así que Braulio Llamero, profesor de Altair e inquilino de... Dos manzanas adelante… Espero su visita. Hasta la vista, querido amigo.
Tal y como vino se fue mientras que yo seguía mi camino.
<<Qué hombre tan extraño… No se cansa de hablar; más que médico parece un vendedor ambulante>>, reflexioné. <<Con esa soltura y naturalidad, cualquiera le dice que no. De hecho, me siento como si acabara de recibir un cursillo rápido para hacer amigos. ¡Qué demonios!, si cada vez que por la calle me topase con alguien, acabara interesándome por él, conocería a todos los habitantes de esta ciudad. Ese tal William tiene que ser relaciones públicas en sus ratos libres. Pero ¿por qué lo habrá hecho? Aunque, en fin... ¿y por qué no?>>.
Dirigí una última mirada al señor William a secas. Estrechaba la mano a un joven que miraba a diestra y siniestra, intentando descubrir alguna cámara oculta.