XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Mientras llega el tren

Blanca Vidal, 16 años

               Colegio Orvalle (Madrid)    

Al picar su billete y pasar entre las barras que se abrían a su paso, Raúl, un chico de diecisiete años, observaba adormilado a su alrededor. Volvía a su casa después de haber pasado la tarde en la de un amigo. Se acercó a un letrero para comprobar que faltaban trece minutos para que apareciera la locomotora por la vía dos. Encima, un reloj digital se iba comiendo los segundos como si el tiempo volara.

Una pareja llegó corriendo a la plataforma número seis. Lograron subirse al vagón que cerraba sus puertas en ese momento. Al verse dentro, aún con las manos entrelazadas, los carrillos enrojecidos y la respiración entrecortada, se echaron a reír.

Raúl aprovechó para comprarse una bebida en una máquina expendedora. Cerca de él se reunía un grupo de extranjeros que hablaba en una lengua áspera y se reía. Raúl abrió la lata y le dio un largo sorbo de camino a un banco. Un niño le anunció a su madre:

-Aún faltan siete minutos.

Raúl se sentó al lado de un hombre barrigudo que pasaba ruidosamente las hojas de un periódico. Por detrás de ellos, dos mujeres charlaban a voz en grito:

-¿Has solicitado la separación de bienes?

-Sí, pero ya sabes que la burocracia avanza a paso de caracol… Tardarán meses en dármela.

Raúl no pudo evitar preguntarse acerca de la vida de aquellos pasajeros, tan distintos a él, como un muchacho que fumaba y le miraba con cara de pocos amigos.

De pronto las vías cobraron vida y la máquina paso veloz ante sus ojos. Raúl se levantó, como hicieron todos los demás. Cuando se abrieron las puertas del monstruo metálico, entraron en el vagón. El tren cerró sus puertas y prosiguió su trayecto llevando consigo los problemas, esperanzas y sueños de aquellos extranjeros, del niño, del hombre barrigudo, de las mujeres preocupadas, del joven fumador y de Raúl.