XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Mirar hacia afuera

Blanca Vidal, 16 años

               Colegio Orvalle (Madrid)    

Se levantó de la cama con la cabeza puesta en el montón de papeles que le esperaban sobre la mesa del despacho. Tenía un caso que le estaba exigiendo dar lo mejor de sí mismo, aunque, bien mirado, en su profesión siempre se esforzaba al máximo. Por eso tenía prestigio y una buena minuta: por su dedicación, su eficacia y por ser un estratega nato. Mientras bebía a pequeños sorbos el café matutino, se repitió que era un hombre con suerte.

Al servirse un segundo café, cayó en la cuenta de que hacía un día espléndido. A través de la ventana de la cocina observó a sus vecinos, que salían atropellados de casa a toda prisa.

<<Son un auténtico desorden de familia>>, pensó. Pero le gustaba observarles sin reparar en razones.

El padre se marchaba a trabajar con traje, corbata y un donuts en la boca. Había hablado con él alguna vez. Era la clase de hombre que, de primeras, intentaba aparentar un carácter serio para no desvelar al bonachón que llevaba dentro. Su mujer, muy elegante, ayudó a sus tres hijos a subir al coche. El mayor colaboraba con la pequeña, que no acababa de sentarse en su sillita de seguridad, mientras el mediano lucía, orgulloso, una tirita como si se tratara de un trofeo de guerra.

El hombre se despidió de su esposa con un beso antes de marcharse hacia la parada del autobús. Ella entró en el automóvil, encendió el motor y avanzó por la calle hasta que al girar en la esquina desapareció de su vista.

<<¡Qué envidia!>>.

Aquellos instantes captados desde la indiscreta ventana le habían transportado a su infancia, que también fue amable, cargada de risas y afecto, a pesar de que ni su madre ni su padre le llevaron nunca al colegio porque iba en autobús.

De pronto se sintió terriblemente solo en su casa vacía. No tenía hijos a los que llevar al colegio aunque fuera cansado y con prisa, ni a nadie con quien compartir una vida así de sencilla y a la vez llena de tanta felicidad. Quizá su confortable existencia y su éxito laboral no lo eran todo.

A su mente acudieron imágenes de cuando era algo más joven… aquella novia de la universidad con la que había deseado casarse.

<<¿Por qué dejé mis sueños?>>.