XIX Edición

Mustang 

Javier Monmeneu, 17 años

Colegio el Vedat (Valencia)

El tráfico colapsaba las calles cuando cuando Raúl llegó a la sede de la empresa. Aparcó el Mustang en el parking y varios empleados que pasaban por allí se acercaron para admirar su automóvil.

—Últimamente se ven pocos coches como este —le piropeó uno de ellos.

Raúl decidió ignorarle. Tenía una entrevista de trabajo y llegaba con media hora de retraso. 

Maldijo al tráfico mientras esperaba ansioso al ascensor. Al mirar a su derecha, vio las escaleras de emergencia y decidió dejar de esperar. Echó a correr escaleras arriba. Se detuvo en la recepción que había en la primera planta, para preguntar dónde estaba el despacho de (en el caso de que todo saliera bien) su futuro jefe.

—Buenos días, ¿el señor Pérez? —le preguntó a una secretaria.

—Última planta, aunque no creo que… 

Raúl no le dejó acabar la frase. En un visto y no visto, salió a toda velocidad. 

En el descansillo, el joven se encontró la puerta del ascensor abierta. Se abrió paso con dificultad, pues la cabina estaba abarrotada. Un fuerte olor a café y sudor atestaba el ascensor. Cuando por fin llegó al último piso, se encontró con un guardia de seguridad.

—Buenos días señor. ¿Tiene identificación? —le reclamó.

—Vengo a ver al señor Pérez; tengo una entrevista de trabajo.

—De acuerdo, pase a la sala de espera y… mucha suerte —le dijo el hombre con media sonrisa.

Raúl esperó más de una hora. Tuvo tiempo para repasar todo lo que tenía pensado decir: sus aspiraciones, logros, principios… Cuando por fin escuchó que se abría el ascensor. El señor Pérez caminó directamente hacia él, y todo el discurso que había preparado se fue al traste en ese mismo instante.

—Siento la espera, estaba admirando su coche —le dijo el hombre trajeado, el mismo al que había ignorado en el parking unas horas atrás–. Espero que algún día se digne a darme una vuelta.

Raúl acabó por conseguir el trabajo. Y en adelante, trató de ser más cortés con todo aquel que se cruzaba en su camino.