IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Nuevas adicciones

Luis Gallas, 16 años

                 Colegio Mulhacén (Granada)  

Se me hace raro darme un paseo sin ver a la gente que camina con los ojos prendidos a su Smartphone, que ya no se trata sólo de un teléfono sino de un dispositivo que te conecta con internet allí donde te encuentres. Pero no es el único: los mensajes de whatsapp vuelan como moscardones, interrumpen las charlas entre amigos, dejan a las dependientas de los comercios con la palabra en la boca, distraen a la madre que debería atender los requerimientos de su hijo… También llueven los tweets, los comentarios en Facebook, las conexiones a la música online, etc. Y la calle, más que un lugar para transeúntes, ha pasado a ser un túnel de hombres comunicados que, a su vez, han perdido todo el estímulo de la auténtica comunicación.

Vivimos conectados durante las veinticuatro horas, lo que conlleva que en cualquier momento puedas refrescar tu timeline de Twitter o ver la última notificación de tu “muro”. Es la última de las obsesiones.

Internet se ha convertido en un problema, sobre todo para los jóvenes, que no son capaces de desprenderse de sus móviles en ningún momento del día, lo que acarrea que perdamos el tiempo durante el estudio y perdamos el tiempo, incluso, cuando estamos con los amigos.

Tal vez la solución a esta dependencia no sea difícil, porque el problema, simplemente, es que no sabemos dosificarnos. Los jóvenes queremos estar en contacto con la gente que conocemos (aunque sea a través de una pantalla), sin valorar las obligaciones que tengamos en cada momento, pues para cada una de ellas encontramos una excusa.

Deberíamos saber que con los "móviles inteligentes" perdemos la gracia de compartir buenos ratos con las personas que están a nuestro alrededor. Cuando estamos con la pandilla, pasando un buen rato en la terraza de un bar, suena el politono del mensaje que acaba de llegar y volvemos a preferirlo frente a quienes están a nuestro lado.

Hay que aprender a diferenciar cuándo hay que usar el móvil y cuándo no, disfrutar de los ratos con nuestros amigos y “desengancharnos” cuando sea necesario, porque una conversación de tú a tú siempre será mejor que una en la que hay una pantalla de por medio.