XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Pasar página

María Eugenia López Espejo, 17 años

                   Colegio Zalima (Córdoba)    

Acabo de poner punto y final a una etapa más de mi vida: el bachillerato. Dicen que a partir de ahora se me van a abrir las puertas de muchas oportunidades, experiencias y cambios. <<La universidad te espera>>, repiten. Me recorre el cuerpo una mezcla de alegría, nostalgia e incertidumbre. Llevo toda la vida detrás de un pupitre, rodeada de libros, compañeros y profesores. El colegio me daba seguridad, lo que me hace reconocer que la rutina puede ser buena, tan buena que a veces llega a ser necesaria. Si no llegaban los problemas es que había rutina. Por el contrario, si no había rutina es que habían llegado los problemas. Pero, de pronto, todo eso se ha acabado.

Tengo la sensación de que el tiempo ha pasado muy deprisa. Mi mente relame aquella frase: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Sin embargo, el fluir de la vida me obliga a mirar hacia el futuro, sin apenas oportunidad de despedirme del pasado.

Durante los años escolares no he dejado de aprender, tanto de los libros como de cada una de las personas que se han cruzado en mi camino. Comencé pintando cuadernillos y balbuceando letras y hoy, con gran orgullo, puedo decir que he alcanzado a entender el pensamiento de varios filósofos, he aprendido a resolver problemas con integrales, he descubierto cómo funcionan ciertos mecanismos de nuestro organismo, etc. Pero, sobre todo, he adoptado la empatía, el compañerismo y la convivencia.

Evoco con nostalgia las tardes de estudio, mis agobios y quejas frente a los exámenes. También las horas en que me enfrentaba a mí misma hasta que conseguía resolver un problema de matemáticas o darle un sentido a las frases de sintaxis. Disfrutaba poniéndome a prueba, pero sobre todo disfrutaba aprendiendo cada día algo nuevo.

Ahora que he llegado al final, deseo dar las gracias a todas las personas que me han acompañado en este largo camino. Han contribuido a formarme como persona de bien. Ansío el cambio y los retos que me esperan, pues no queda más remedio que continuar, enfrentarse al mañana mientras se dice adiós al ayer. Así que estoy dejándolo ir mientras me dirijo a un futuro desconocido.