IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Quirófano, alta tensión

Begoña Arístegui, 15 años

                        Colegio Ayalde (Vizcaya)  

Los cirujanos salvan vidas: esa es su vocación, aunque su trabajo es muy arriesgado, pues lo suyo es remover zonas delicadísimas del interior de nuestro cuerpo .Pese a todo, no es raro que en vez de agradecérselo, muchas personas les juzguen por sus presuntos errores, incluso por esos futuros errores que aún no han cometido y que tal vez nunca cometan.

Si pensamos en una operación complicada, aquella en la que el paciente tiene una elevada probabilidad de morir en el quirófano, si el cirujano logra salvarle gracias a su profesionalidad y pericia, como médico vivirá la enorme satisfacción de transmitir tan buena noticia al paciente y a su familia. Pero si el paciente fallece, tendrá que enfrentarse no solo a la dureza de dar a conocer el terrible desenlace, sino al juicio amargo y hasta a la denuncia de los familiares. ¿Porque en esas ocasiones los familiares se muestran así con los cirujanos? ¿Llegan a considerar que el médico ha hecho todo lo posible por salvar al paciente?

Los quirófanos suelen ser grandes y espaciosos, con su camilla y utensilios alrededor. Su olor capta enseguida la atención del visitante, y es que huele a miedo, a incertidumbre, pero al permanecer allí un rato el olor cambia. Pasa del miedo y la inseguridad al control. Cuando concluye una operación puede oler a excitación o a dolor.

Como acabo de mostrar, el olor de un quirófano puede cambiar de un extremo a otro, dependiendo de numerosos factores. Cerrad los ojos e intentad imaginarlo: zuecos, pijama verde, guantes de látex y mascarillas. Cirujanos preparados, deseosos de salvar la vida a la persona anestesiada, concentración máxima, mentes agiles y hábiles manos listas para actuar.

<<Bisturí>>, es la palabra que da comienzo a la intervención. <<Pinzas>>, <<succión>>, <<más succión>>… Se puede oír el leve zumbido de una máquina que indica el nivel de presión sanguínea del paciente, de momento estable. Pero en un quirófano se puede pasar a inestable en cuestión de segundos: <<¡Lo perdemos!>>, <<¡Más succión, que no veo nada!>> <<¡Está demasiado baja la presión!>>, <<¡Lleva demasiado tiempo abierto!>>…, frases que aterrorizan, momentos de corazón comprimido, de mentes nerviosas, de una inseguridad que se apodera de todos, en los que los golpes del reloj señalan oportunidades que se van perdiendo a favor de la muerte. <<Estabilidad>> <<Vuelta a la normalidad>>…, frases que dejan que el corazón se expanda y que las mentes vuelvan a centrarse, aliviadas. <<Cerramos>>. Con esta última palabra se da por terminada la operación y se abre la puerta a la reflexión sobre la marcha de la intervención, desde el comienzo hasta el final.

¿No merecen los cirujanos toda nuestra admiración? ¿Es justo juzgarles por una operación en la que han volcado el mejor de sus empeños?...