XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Reencuentro

Laura Las Heras, 16 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)    

Emma llevaba vagando por las calles de su infancia desde no recordaba cuánto tiempo. Podrían haber pasado cinco minutos como cientos de años. Aunque ella no podía hacer otra cosa. De hecho, no podía hablar con la gente porque nadie la oía. Tampoco le preocupaba toparse con los transeúntes o ser atropellada. Emma ni siquiera podía coger un vaso de agua, ya que lo atravesaría con la mano.

Emma sabía lo que era: un ser con un pie en la vida y otro en la muerte. Un espíritu. Todos los espíritus permanecían en ese limbo por razones distintas. La más común era el miedo al “más allá”, a lo desconocido, a no saber qué había después de la muerte. Otros se justificaban con razones de amor o justicia y los había que alegaban la más primitiva de todas, la venganza: matar a quien les arrebató la vida.

Ella tenía muy clara cuál era su razón para quedarse.

Sus pies se dirigían hacia la casa de su asesino. Deseaba acabar lo que debió de haber hecho hacía ya mucho tiempo.

No tuvo necesidad de tocar el timbre ni derrumbar la puerta. Simplemente caminó como si esta no estuviera y se colocó detrás de aquel hombre.

—Tú… -le dijo, tan bajo como si fuera el murmullo del viento.

El hombre se giró y, sin querer, dejó caer el vaso que sujetaba entre los dedos. Los fluorescentes del techo de la cocina empezaron a parpadear. Parecían asustados.

—¿Qué ocurre? –le espetó Emma-. Parece que hayas visto un fantasma.

—Deberías estar muerta… Yo te maté. Te apuñalé –había empalidecido-. Te apuñalé hasta que dejaste de gritar. Oh, esa última en la garganta debería haber sido la primera.

Emma se le acercó haciendo oídos sordos a sus afiladas palabras. Entonces el hombre dio un paso atrás, quitándose su fachada de arrogancia.

—¿Has venido a matarme? —dijo, imperturbable.

Emma estaba a un paso de él. Le bastaba con estirar el brazo.

—Te perdono.

Una luz blanquecina abrazó el cuerpo de la muchacha antes de convertirse en humo y desaparecer, por fin, para siempre y en paz.