XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

Renacer 

Javier Barba Luján, 14 años

Colegio de Fomento El Prado

Eran las dos de la madrugada de un viernes de 1983, cuando Sergio salió de una discoteca en Madrid, para volver a su casa.

–Voy al aparcamiento a por el coche. Espérame aquí– le dijo a Verónica, su novia.

–No puedes conducir –ella se opuso–; has bebido demasiado. Prefiero que cojamos un taxi.

–¿Taxi? –se rio con tono burlón–. No; yo voy en coche. Llama tú a un taxi si quieres. No pienso gastarme más pelas .

–Tú verás… Si luego te ponen una multa y te quitan el carné, no me eches la culpa.

Llovía cuando Sergio subió al automóvil. La luz de las farolas se reflejaba en los charcos que se formaban de las irregularidades del asfalto. Subió el volumen de la música. Al tomar un desvío, perdió el control del volante. Dio tres vueltas de campana antes de chocar contra la mediana. 

***

Despertó con el pitido de un monitor cardiaco. 

–Le dije que llegaríamos a conseguirlo –habló un médico con un tono de regocijo.

–Hijo mío, has renacido –le saludó entre lágrimas un anciano de pelo cano–. Bienvenido de nuevo al mundo.

–¿Quién eres? –Sergio parecía confundido–. ¿Dónde estoy? ¿Dónde está Verónica?

–¿No me reconoces? –pasó un lapso de tiempo–. Soy tu padre.

Sergio había pasado cuarenta años preso de un coma vegetativo. Su madre había fallecido tiempo atrás.

–Ya no estamos en 1983, hijo, sino en 2023. Verónica, después de acompañarte todos los días durante cerca de tres años, te dejó. Poco después empezó a salir con Nacho, tu amigo de BUP. Y acaban de ser abuelos.

–No te creo –se encaró con él–. Nadie puede pasar cuarenta años en coma. 

***

Gracias a que en el hospital había participado en programas de rehabilitación pasiva, en unos días Sergio consiguió levantarse de la cama. Cada vez que se miraba en el espejo del cuarto de baño, se quedaba atónito.

–Pero… ¡Soy un viejo! 

Se giró y miró a su padre.

–Sé que es difícil, pero debes afrontar la realidad. Tienes cincuenta y nueve años, aunque tu mentalidad siga siendo la de una persona de diecisiete.

Cuando al fin recibió el alta, se quedó con la boca abierta ante el cambio que había experimentado la ciudad.

–Por fin nos vamos a casa –afirmó el anciano con emoción.

Llegaron al edificio en el que Sergio había vivido desde que nació. El exterior era tal como lo recordaba, mas el interior había sido reformado, salvo su habitación. Enseguida se dio cuenta de que necesitaba asimilar aquella nueva realidad. Se quitó la cazadora y se echó a dormir. 

Al despertar, se acercó a la cocina para desayunar. Fue a encender el televisor, y se asombró de la delgadez del electrodoméstico. Sergio empezaba a asimilar el presente.  

Escuchó las llaves que abrían la puerta. Era su padre, que no venía solo.

–¡Cheko! –exclamó la otra persona con entusiasmo– ¡Has vuelto!

–¿Javi…? ¡Javi! –gritó Sergio al comprender que se trataba del mejor amigo que hizo cuando estudiaban COU. 

–¿Sabes que pensé que habías muerto?

–Y tú, ¿seguiste con tu afición al periodismo?

–Sí, ahora trabajo en Televisión Española. Tengo un cargo importante. 

Javier le propuso que escribiese un libro que relatara su experiencia tras despertar del coma. Podrían promocionarlo desde la tele.

–¡Acepto! Pero antes tengo que conocer con detalle cómo ha cambiado la sociedad.

Javier soltó una carcajada:

–Sigues siendo el mismo; siempre tan previsor.

Abrió un maletín que llevaba y de su interior sacó una caja blanca.

–Te he comprado un ordenador portátil. Tu padre te enseñará a usarlo y yo vendré una vez a la semana para ayudarte a escribir. De todas formas, en Internet encontrarás cualquier información que necesites.

Sergio aprendió rápidamente a usar la computadora. Sumó páginas y más páginas de su proyecto, hasta que llegó al punto final.

–¡Lo he terminado! –le anunció a Javi por teléfono–. Mejor dicho… ¡Lo hemos terminado!

–Mándame el archivo por e-mail y se lo paso al editor. En unas semanas estará editado y distribuido por toda España, y si tiene éxito lo traduciremos a otros idiomas.  El próximo miércoles vendrás al plató del telediario.

Las paradas de autobús en Madrid se llenaron de publicidad. A Sergio le quedaban diez minutos para estar en el aire. Javier iba a ser el entrevistador de aquella exclusiva. Toda España estaba pendiente del protagonista del relato. El programa fue sobre ruedas.

Una vez se despidió de su amigo en las escaleras de la sede de RTVE, Sergio arrancó su coche y salió a la M-30. De pronto, un jabalí cruzó la autopista.  Sergio giró bruscamente el volante hacia la derecha y dio un frenazo. Dio tres vueltas de campana antes de chocar contra la mediana.

Despertó en una cama, arropado por una sábana blanca y con una fuerte luz apuntándole a la cara. Cables y tubos le conectaban con unas máquinas. Elevó los brazos; estaban cubiertos de heridas y moretones, pero sus manos, con varias falanges fracturadas, eran las de un joven.

Apareció un enfermero.

–¡Ha despertado! Doctor Trujillo, venga –voceó.

Sergio se preguntaba si era presa de un sueño o si estaba muerto. Si aquella era la realidad o el producto de su imaginación.