IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Si conoces, resuelves

Miguel Rodríguez Maisterra, 14 años

                 Colegio El Prado (Madrid)  

Cuando le entregas las notas a tu madre, lo normal es que te pregunte: <<¿Qué te ha pasado en Lengua?... ¿Y en Biología?...>>

La pregunta es siempre la misma. Lo único que cambia es el nombre de las asignaturas suspendidas. En cambio, respuestas hay muchas y variadas: <<Es que el profesor me tiene manía>>; <<No lo sé>>; <<La verdad es que no estudié suficiente>>; <<Me puse nervioso en el examen>>, <<La culpa es de Toby (el perro), que me rompió los apuntes>>… Como veis, se trata de una buena retahíla de excusas. Me voy a centrar en las tres que inauguran la lista.

La primera, es demasiado manida y casi nunca produce efecto. Además, si fuese cierta, la famosa “manía” tendría algún motivo. En una palabra, es una razón estúpida.

La segunda es la más frecuente y la más preocupante, pues no me cabe en la cabeza cómo una persona puede desconocer el motivo de sus malos resultados académicos. Siempre tiene que haber una razón, y la más común es la falta de estudio. Por tanto, no es tan difícil (aunque cueste pasar por esa humillación), reconocer que no estudiaste. Por todo lo dicho, la tercera respuesta es la correcta, aunque nos cueste admitirla.

Si conoces el por qué de tus errores, puedes rectificar y solventarlos. Es decir, que si no te percatas del origen de tus problemas, difícilmente podrás mejorar. Por otro lado, sabemos que hay respuesta para todo. Por eso, cuando lleguemos a casa con malas calificaciones no nos queda más que admitir:

-No lo sé.

-¿Que no sabes por qué has suspendido?

-No mamá, que no sé… por qué estudio tan poco.