IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Si de amar se trata

Lena Ruiz Pérez, 15 años

                 Colegio Cardenal Spínola (Barcelona)  

-Te quiero.

Mi corazón reaccionó bombeando fuerte, cómo si quisiera deshacerse de mi sangre, pero mi sangre contestó convirtiéndose en hielo, congelándome todo el cuerpo.

No me lo podía creer. Me había pasado años olvidando, pidiéndole al Cielo que él saliera de mi vida, construyendo un muro de la piedra para mantenerme a salvo, pero de pronto lo derrumbaban dos simples palabras, como si de una pared de arena en la orilla del mar se tratase.

Me permití acariciarle el rostro por última vez, perderme en la profundidad de sus ojos azules. Me temblaron las piernas al pronunciar la última palabra que le tenía destinada:

-Vete.

Cogió su equipaje y se dirigió hacia la puerta de embarque. Se volvió para regalarme una última mirada. Le seguí con los ojos hasta que desapareció por aquel largo túnel.

Sentí mis pulmones que se hacían de plomo y se me hundían el pecho, como si en un mar intangible una ola me golpeara por sorpresa y me hiciera dar volteretas hasta dejarme sin respiración, entre el absurdo de ahogarse en apenas medio metro de agua.

Comenzaron a bailar por mis mejillas pequeñas lágrimas. Sí, aquel era el final de mi relación con aquel que tanto deseé y que, paradójicamente, en aquel momento tanto odiaba. Sentía aún el olor de su colonia en mi ropa, el eco de su voz en mi cabeza, la cicatriz imborrable de su amor en mi corazón. Me daba cuenta de que acababa de perder el amor puro y verdadero. Me atrevo a decir: el amor de mi vida.

Me acerqué a una cafetería del aeropuerto. Las paredes estaban jalonadas por fotos en blanco y negro. Del techo colgaban unas lámparas doradas que daban una triste luz anaranjada. Me senté en una mesa, cerré los ojos y me dejé llevar por los recuerdos...

Todo comenzó en un pequeño pueblo del centro de Cataluña. Era verano. Los campos de trigo lucían dorados y sedosos. Como cada año, iba a pasar unas semanas allí junto a mi abuela. Contemplaba el paisaje a través de la ventanilla del coche sin saber que toda mi vida, tal y como la conocía hasta entonces, jamás volvería a ser igual.