XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Sombras

Beatriz Silva Gascó, 13 años

                 Colegio Vilavella (Valencia)    

Salió de casa apresuradamente. Miró el reloj: eran las doce de la noche; llegaba tarde. Pidió un taxi, por lo que tuvo que sumar veinte minutos de espera. El coche le dejó en un callejón estrecho y volvió a mirar el reloj. Estaba intranquila. Las nubes tapaban la luna. A medida que pasaban, lograba distinguir algunos objetos entre las basuras. Nada importante.

Algo se movió detrás de ella, estaba segura, y no podía ser un gato o un perro porque tenía grandes dimensiones: su sombra se reflejaba en la pared. Al principio no le dio demasiada importancia, pero a medida que se internaba por las callejuelas se dio cuenta de que la sombra no la abandonaba, sino que parecía seguirla como un fiel perro a su amo.

Caminó más deprisa. Oía el eco de los pasos de su perseguidor. Deseó encontrarse en casa de su amiga y se preguntó cuánto le faltaba para llegar. Interrumpió sus pensamientos: habían gritado a su espalda. Los latidos de su corazón y el sonido de sus zapatos al caminar le impidieron distinguir las palabras.

Entró en un callejón sin salida. Entonces le invadió el pánico. Hubiera sido mejor quedarse en casa. Todo había acabado. Creyó distinguir unas cajas de madera; su última decisión fue esconderse entre ellas.

Desde su escondite escuchó que los pasos se detenían. Observó el perfil del hombre o mujer que le había seguido hasta allí; no podía definir sus rasgos a causa de la oscuridad. Aquella misteriosa persona miró alrededor.

Tenía la garganta en un puño. Se dio cuenta de que le había descubierto. Miró detenidamente la pared, por si encontraba algún apoyo que la ayudara a huir. En ese momento le agarraron de la chaqueta. Tiraron de ella para sacarla del escondite.

—¡Elena!... ¿Se puede saber por qué huyes de mi?

—Pero... –dijo apenas sin voz.

—Llevo horas intentando alcanzarte. Anda, vamos.

Las dos jóvenes charlaron animadamente mientras vagaban por la ciudad. No estaban solas; caminaban bajo la atenta mirada de una sombra que se escurría entre las basuras.