IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Tal vez por la tarde llueva

Mª Amparo García-Vilanova, 14 años

                 Colegio Vilavella (Valencia)  

Cuando despertó, lo primero que hizo Fran fue mirar por la ventana. No se fiaba de que el sol fuera a salir por el mismo lado. Necesitaba comprobarlo todos los días.

Su madre, Julia, nunca pensó que desde su temprana edad se fuera a volver tan desconfiado. <<Ni siquiera se fía del sol, y solamente tiene seis años>>, pensaba.

Lo que no sabía Julia era que Fran tenía una razón que le llevaba a comportarse de aquella manera. Hacía varios meses que el niño leyó una carta que su padre le había dejado justo antes de marcharse <<de viaje por un tiempo>>, como su madre le había dicho. No obstante, Fran sabía que no iba a volver.

A continuación, cuando Julia se fue de la habitación del pequeño, éste abrió un cajón y rebuscó entre unos cuantos juguetes hasta encontrar la carta. La leía todos los días, tras comprobar que el sol no le había engañado.

<<Mi querido Fran:

Cuando leas estas líneas, tal vez seas mayor y tengas que afeitarte, eso que tanto ansías. Recuerda lo que voy a decirte: a veces parece que la vida nos dice que no, pero tan solo nos pide que esperemos un poco.

Puede que la encuentres un par de días después de que me haya marchado. Sea como sea, mereces la explicación que tu madre se ha jurado no contarte jamás, pues para ella siempre tendré que ser tu héroe, sobre todo si no nos vamos a volver a ver. Y aunque en este instante, mientras estoy escribiendo esta carta no tengas más que seis años, estoy convencido de que eres lo suficientemente mayor para conocer la verdad.

Debes de saber que todos cometemos errores, de los que nos tendremos que arrepentir. Por eso espero que sepas perdonarme, aunque yo a mí mismo no lo haré nunca, pues por mi culpa nuestras vidas se van a separar.

He sido un necio, Fran. Te preguntarás por qué, y es que resulta muy fácil decir que no a todo aquello que nos requiere trabajo, optar por el camino que a simple vista se presenta como el más sencillo, aquel en el que parece que vamos con patines por una cuesta de gran pendiente. Entonces nos burlamos de aquellos que para lograr un objetivo se esfuerzan y son constantes. No sabemos que el tiempo pone a cada cual en su sitio, que de repente el camino que parecía el más sencillo se convierte en el más complicado.

No quiero que elijas nunca este camino. Debes ser justo y sincero contigo mismo, no dejarte seducir por el hurto. Sí, Fran… Robar no está bien, así que no tomes nunca a tu padre como ejemplo. Por tanto, no te fíes ni de tu propia sombra, ni siquiera del sol cuando sale por las mañanas, pues tal vez por la tarde llueva.

De repente el mundo se me ha venido encima. Me persiguen, soy un delincuente buscado por la policía. Soy un cobarde, debes saberlo, pero mañana me vendrán a detener. No he pensado huir, pues de una vez por todas, por ti, hijo mío, voy a dar la cara, a aceptar el destino que me merezco, el que yo solo me he encargado de construir.

Me despido de ti. Ojalá no sea un hasta siempre.

Cuídate>>.

Fran se quedó unos instantes contemplando la caligrafía de su padre. Recordó la primera vez que leyó aquella carta. En aquella ocasión se puso muy furioso. Lloró y pataleó hasta que su cuerpo no pudo manifestar más arranques de ira. Sin embargo, cada vez que leía aquella misiva, se sentía distinto, orgulloso de aquellas líneas que expresaban arrepentimiento y verdad.