XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

“Telera” 

Fernando Hidalgo, 17 años

Colegio Mulhacén (Granada)

De cuando en cuando, nuestra memoria desempolva recuerdos de momentos y lugares que añoramos, sabores, olores, incluso frases que nos dejan un sello. Todos reservamos un rincón especial para los parajes donde fuimos felices. Recorremos, inconscientemente, los campos de cebada que en la primavera bullían en un mar verde, o el patio de losas anaranjadas donde almorzábamos al sol. Son instantes en los que sentíamos que se cristalizaba el tiempo, con la única esperanza de hacer de esa postal un momento eterno.

Para mí, esa estampa representa una casa siempre abierta, en la que bastaba entrar para comprender, en cuestión de segundos, todo lo que acontecía. Cada ocasión para volver a los parajes del recuerdo es una razón con la que nos asegurarnos que, por mal que pueda ir todo, sigue existiendo un lugar donde todo se olvida, donde las oportunidades de empezar de cero son infinitas. Por eso siempre conservaré como piezas delicadas las tardes de invierno en el salón y las veladas estivales al raso, en las que el cielo era nuestro único límite. Jamás hubo allí un plan que resultara tedioso.

Fue el polaco Carl Wernicke el encargado de descifrar una de las secciones más complejas de nuestro cerebro: el lóbulo temporal, nuestro particular baúl de la memoria, el disco duro de nuestra vida, un meticuloso recolector de instantes esenciales, dichosos y sufridos. Es aquí donde se proyecta todo aquello que alguna vez nos dejó una marca y guardamos con aprecio, anhelando la llegada de experiencias que puedan acercarse a las anteriores.

Unos rememorarán el abrazo de su madre, otros la felicidad de compartir un encuentro en familia, pero si algo tengo claro es que todos los hombres nos seguiremos aferrando a los recuerdos. Por mucho que las situaciones puedan torcerse, siempre nos quedará un lugar al que acudir. En mi caso hay un muro blanco con seis azulejos de Fajalauza , que se juntan para componer una palabra que tantas veces me hizo conocer la verdadera felicidad: "Telera", el cortijo que mi familia tiene entre Granada y Jaén.