XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Tengo un problema

José García Neguillo, 16 años

                 Colegio Tabladilla (Sevilla)    

Tengo dieciséis años y curso primero de bachillerato. Ahora que comienzo a tener la edad necesaria para tomar decisiones importantes, me he decidido a estudiar la carrera de Medicina. Como mis padres no pueden costearme la matrícula en una universidad privada, no me queda otro remedio que aprovechar todas las oportunidades para mejorar mis notas y, de esta manera, asegurarme la media necesaria que haga posible el comienzo de mi sueño.

Sin embargo, sufro a causa de una incógnita: no tengo idea de cuál será la prueba a la que me tendré que enfrentar cuando acabe segundo de bachillerato, y que significará el cuarenta por ciento de mi nota para entrar en la facultad. Selectividad o reválida, por el momento nadie puede decirme con seguridad cuál será el examen para los alumnos de mi promoción.

Cualquiera puede entender mi incertidumbre. A la espera de lo que decida el nuevo gobierno, podría seguir en vigor el actual sistema, empezar uno nuevo o que se imponga otra propuesta todavía desconocida.

No hay derecho a que miles de jóvenes —con situaciones similares a la mía— tengamos nuestro futuro en manos de los vaivenes políticos. Qué menos —afirmo— que afrontar estos dos años de bachillerato con la perspectiva de una prueba concreta y reglada que nos abra paso a la Universidad.


Y es que el problema viene de largo: si cada cuatro años vivimos un cambio de gobierno con todo lo que ello conlleva —como puede ser el cambio, a su vez, del sistema educativo— es imposible que la educación en España sea capaz de asentarse de manera estable. Así es normal que suframos las consecuencias con temas tan delicados como es la formación de los futuros españoles. Tal vez la educación debería ir aparte, y no utilizarse para realizar campañas políticas. Copiar el sistema educativo de los pioneros en este sector sería una solución bastante fácil y simple. Debería estar al margen de ideologías, porque hay cosas con las que no se puede jugar, y una de ellas es el futuro e ilusión de las próximas generaciones de nuestro país.