XIX Edición

Curso 2022 - 2023

Alejandro Quintana

Tic-tac 

Juan Pedro Delgado de Olmedo, 17 años

Colegio Tabladilla (Sevilla)

El tiempo no se detiene. Éste es consecuencia del movimiento y no existe nada inmóvil. Todo está en continuo cambio, como dijo Heráclito: <<No te bañarás dos veces en las aguas de un mismo rio>>. 

Pasan los días, las semanas, los años. Llueve, hay sequía, hace frío, hace calor. Los glaciares se descongelan, siempre hay tragedias y cuando conseguimos pasar página, aparece una nueva. Las agujas de los relojes giran y giran. Pueden pararse, pero eso no significa que el tiempo se haya parado; este sigue fluyendo de manera inevitable.

Cada día nacen nuevas personas y mueren otras. Estas yacen en el lecho del olvido, del pasado porque todo es pasado. Al pensar que vivimos el presente, ya es pasado, como advirtió Ebner-Eschenbach: <<Cuando llega el tiempo en que se podría, se ha pasado el tiempo en que se pudo>>. El tiempo es fugaz y no se detiene. 

El hombre se afana en hacer una cosa u otra. A veces piensa que no está haciendo nada, pero se engaña, pues hace nada y, a la vez, todo. Respira, piensa, observa…, acciones que muchas veces se realizan inconscientemente, sin poner la atención que debería darle.

Tenemos la necesidad de estar ocupados, aunque sea para matar el tiempo, cuando es éste el que nos acabará matando. Qué ironía. Nos asusta pararnos, como si fuésemos una máquina que al detenerse no fuera a arrancar, pero no es así, pues a lo mejor ni nos hemos planteado la posibilidad de detenernos o, incluso, no encontramos tiempo para echar el freno. 

En ocasiones deseamos que el tiempo se suspenda porque necesitamos un respiro. No es el tiempo lo que se debe parar, somos cada uno de nosotros el que se tiene que detener. El teólogo John Wesley afirmó: <<No tengo tiempo para tener prisa>>. 

De qué valen el estrés, la preocupación porque lo que deseamos no sucede al instante. Hay que observarlo todo con calma y detenimiento, recordar y aspirar a un futuro mejor. Hay que inhalar exhalar profundamente, cerrar los ojos, aislarse de cualquier ruido externo y preguntarse: <<¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿Qué voy a hacer para lograrlo?>>.

El tiempo no se detiene, luego parémonos nosotros, pensemos y actuemos, pues nunca es tarde para ser quien uno quiera ser.