XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Trabajar mucho y rendir poco

Laia Gabarró, 15 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)    

¿Alguien se pondría en manos de un médico que nunca hubiera realizado ningún tipo de prácticas y simplemente hubiera asistido a las clases como mero oyente? ¿Cogeríais un avión pilotado por un comandante que no tuviera acreditadas un número importante de horas de vuelo? ¿Pagaríais por un concierto cuyo solista interpretara por primera vez una de las últimas sonatas de Beethoven? ¿O acaso reservaríais en un restaurante con estrellas Michelin y una larga lista de espera si supierais que el chef ha sido sustituido por un novato?

Hace meses empezó una campaña para la racionalización de los deberes escolares en España. Dicen que somos uno de los países donde más deberes se mandan a los alumnos. Sin embargo, según los informes PISA, nuestro rendimiento escolar está entre los más bajos de la OCDE y el porcentaje de fracaso escolar es muy elevado.

Los deberes son importantes para crear hábitos de estudio, para fijar aprendizajes y para darnos cuenta de aquello que no sabemos hacer y nos parecía haber entendido en clase.

Desde el punto de vista del alumno, debo decir que los deberes mecánicos y repetitivos provocan aburrimiento, mientras que las tareas originales, creativas, diferentes o sorprendentes despiertan nuestro interés. Además, ese tipo de tareas nos aportan motivación, un elemento esencial que activa el motor de nuestra inquietud por aprender.

«¿Cómo puede ser que en pleno siglo XXI sigamos haciendo el mismo tipo de deberes que nuestros padres?», nos preguntamos muchos. ¡El debate está servido!