IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Trastorno deportivo

Luis Gallas, 16 años

                 Colegio Mulhacén (Granada)  

Muchos equipos de fútbol tienen reservada una sección del estadio para los espectadores “ultras”, los más exaltados, que viven los partidos de una manera peligrosa, no solo por la ingesta desproporcionada de alcohol y drogas, sino por la violencia que despierta en ellos el fanatismo deportivo. Con su comportamiento, además de manchar la imagen de cada club y los valores del deporte, ensucian la imagen de todo el país.

La visibilidad del fútbol como entretenimiento de masas, despierta en la infancia una admiración peligrosa a esas organizaciones que hacen de la violencia una manera de diversión. Con el paso de los años, algunos de esos niños acaban formando parte de estos grupos de exaltados, lo que les exige aceptar unas reglas de conducta que van más allá del campo, pues no son pocas las ocasiones en las que desatan su ira, hasta poner en juego la vida de los aficionados del equipo rival e, incluso, de gente a la que no le interesa el rey de los deportes.

Acabo de enterarme de que en un colegio acaban de suceder una serie de trifulcas lamentables en el terreno de juego, donde se enfrentaban dos equipos de chavales de dieciséis años. El partido acabó mal; los padres del equipo rival entraron en el césped para propinar puñetazos y patadas a uno de los jugadores, jugador que, reitero, tenía dieciséis años.

No podemos permitir que se contagie esta forma vergonzosa de entender un deporte. Tal vez sean los propios jugadores profesionales los que no ofrecen la imagen correcta. Muchos de ellos son auténticos señores dentro y fuera del campo, pero no es raro ver a un jugador escupiendo a otro, practicando juego sucio cuando el árbitro está distraído. Incluso, en la Premier League un futbolista mordió a otro en el brazo.

Ha llegado el momento de imponer grandes sanciones a los profesionales que practiquen gestos violentos, ya que las personas influyentes deben guardar la compostura hasta en los peores momentos, pues es lo que hace grande a un profesional y a todo un deporte.