XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Un amigo, un tesoro

Almudena Hens, 16 años

                  Colegio Zalima (Córdoba)    

«Quién tiene un amigo tiene un tesoro», dice el refranero, pues los amigos son la riqueza que ilumina nuestra vida con destellos más bellos que los del oro. No en vano, con un buen amigo puedes compartirlo todo: lo bueno y lo malo; desde una sesión de risas que te deja la tripa dolorida, a la confianza de un secreto.

Es curiosa la forma en la que las personas hacemos amigos. Puede tratarse de un proceso sencillo o muy complejo, aunque siempre emocionante y novedoso. Como no sabemos qué vamos a vivir junto a la otra persona, sentimos la fuerza de la aventura al crear lazos de amistad. Poco a poco esa relación va tomando forma, aumentan las confidencias y, sin darnos cuenta, cincelamos algo que puede durar toda la vida.

La amistad se compone de múltiples elementos: tardes de risa, noches de fiesta, duras peleas y consejos muy sinceros. Pero lo que hace que todas las amistades tengan una raíz común es el cariño mutuo, que nos invita, si fuera necesario, a dar la vida por el otro, a hacer lo que sea necesario con tal de conseguir su felicidad. Al fin y al cabo su felicidad es nuestra felicidad.

Nada hay más bonito que la manera con la que empezamos a formar parte de la vida de un extraño y ese extraño empieza a formar parte de la nuestra. Poco a poco se van creando lazos tan fuertes como los familiares, porque no hace falta compartir el mismo ADN para sentir al otro como a un hermano.

Los estudiantes vivimos experiencias de amistad en cada curso, desde que entramos a un aula nueva y nos sentamos junto a un compañero que, sin saber la razón, nos ha llamado la atención y que, meses después, probablemente se ha convertido en uno de nuestros mejores amigos, capaz de intuir de qué humor estamos con solo vernos cruzar la puerta.

Un amigo durará tanto como lo cuidemos y lo cuidaremos tanto como lo queramos. Es necesario alimentar esa amistad, para que por abandono no se acabe marchitando.

Si nos paramos a pensar en todas las amistades que hemos hecho a lo largo de la vida, percibiremos el valor del amigo. Muchas veces no lo valoramos hasta que lo perdemos. Entonces echamos de menos a esa persona porque fue uno de los pilares de nuestra felicidad.