XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Un desconocido
Miriam Díaz Argelich, 14 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)    

—¡Vas a perder el tren!

Con este grito de su hermana pequeña empezó el día. Somnolienta por no haber dormido las suficientes horas, acabó a toda prisa su desayuno, tomó la cartera y echó a correr por las escaleras y después por la calle, hasta que llegó a la estación.

No era su día; en cuanto puso un pie en el andén, vio cómo la locomotora arrancaba, así que se sentó en un banco para esperar el siguiente Cercanías. Entonces se dio cuenta de que un chico, sentado en el banco de al lado, la miraba con insistencia. Le pareció bastante atractivo, pero enseguida cayó en la cuenta de que aquel muchacho se aguantaba la risa con una expresión burlona.

Pensó que había olvidado peinarse, así que intentó arreglarse disimuladamente el pelo. Sin embargo, aquel chico la seguía mirando fijamente, hasta que se levantó y se sentó junto a ella.

—¿El próximo tren va a Barcelona?

María estaba tan azorada que no se enteró de la pregunta.

—¿Qué?

—¿Cómo te llamas?

—María. ¿Y tú?

—De momento, no te lo diré.

María se sintió molesta y volvió la cara al otro lado.

«¿Quién se cree que es? ¡Menudo prepotente!».

El muchacho continuaba sosteniendo aquella sonrisa burlona que ella empezaba a detestar.

—Sé que vives en la calle Bonanova.

María no dijo nada, pero el miedo se dibujó en su semblante.

—Llevo días observándote; sé a qué colegio vas y lo que haces por las tardes.

Cada vez más asustada, se puso en pie.

Al fin llegó el Cercanías, una buena excusa para apartarse de aquel extraño. Entró a toda prisa y se cerraron las puertas. Buscó a su alrededor, pero el chico seguía en el andén, sonriéndole, todavía sentado en el banco.

***

Días después María paseaba por la calle. No se le había ido el susto, que le impedía concentrarse en sus estudios. Le daba miedo pensar que le estaban observando.

«Era simpático y guapo».

Al llegar a su casa posó la mirada, por costumbre, en el anuncio del alquiler del cuarto piso, pero ya no estaba. Entonces oyó unos pasos a su espalda y se volvió.

—Me llamo Nacho. Soy tu nuevo vecino.