IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Un perdón

Marta Osuna, 14 años

                  Colegio Monaíta (Granada)  

Un bullicio de gente; un silencio; una acusación; una sentencia y el final...

Así resumía Ángela los juicios. Era una abogada reconocida, por más que hiciera poco que formaba parte del oficio, pero es que todos sus casos habían resultados exitosos, algo sorprendente para una novata.

El asunto de Damián era un tanto singular. Al menos, a partir del momento en que le asignaron el caso. Se trataba de un hombre con antecedentes por robo, delito que le había hecho pasar dos años en la cárcel. Atractivo, era a la vez silencioso y frío. Cuando Ángela cruzó con él una primera mirada, deseó que fuera la última. Sin embargo, había algo secreto que les unía: habían sido buenos amigos en el colegio, por más que después Damián la hubiese criticado e insultado sin motivo. Ahora le acusaban de asesinato, y ella era su única tabla de salvación.

Cuando se reunieron en la cárcel, en sus rostros pudieron apreciar el transcurso de los años. Por otro lado, habían cambiado las tornas: si ella fue su víctima durante la secundaria, ahora era una prestigiosa abogada; si él fue el más popular de la clase, ahora podía pasar el resto de su vida bajo rejas.

-No fui yo… -fue lo primero que dijo-. Al menos, no solo yo.

-Vayamos poco a poco. –Ángela, simulando indiferencia, apartó los recuerdos-. Necesito que me lo cuentes todo. Nada saldrá de mi boca una vez que me lo reveles, pero necesito conocer cada detalle por ínfimo que te parezca. Solo así encontraremos la forma de salvarte. ¿Entendido?

Aquella conversación duró más de lo que habían pensado. Hasta casi el anochecer, Ángela escuchó sin mediar palabra cómo Damián describía a sus cómplices y le explicaba un fallido intento de robo en una tienda de electrónica.

-Unos colegas me iban a pagar un buen precio por aquellos aparatos –se explicó Damián.

Sin embargo, cometió un error: se detuvo al observar a una clienta que llevaba un niño en brazos. Aquella imagen le hizo recordar que hacía dos meses él también se había escapado de la casa de su madre, a la que había dejado sola.

En aquel punto, Damián hizo una pausa y sus ojos brillaron. Ángela hacía esfuerzos por permanecer sin ninguna expresión aparente, aunque su mirada comenzaba a traicionarle. Ella conocía a la madre de Damián, una mujer amable y cordial.

Damián se recuperó.

-Hubo una pelea porque intenté detener el robo, para que no le hicieran daño a la señora ni a su pequeño. Mis compañeros se enfurecieron conmigo. Señalaron a la mujer, que había comenzado a gritar, y se dirigieron hacia ella, dispuestos a callarla. El bebé se puso a llorar… Sin apenas pensarlo, me interpuse al tiempo que la mujer telefoneaba por el móvil a la policía, pero me golpearon en la cabeza y todo se volvió negro. Como sabes, desperté en comisaría. El grupo había escapado y la madre me denunció por robo e intento de asesinato… Y eso es justo lo que merezco… Lo siento… -Damián la miró por el rabillo del ojo-. He hecho tantas cosas mal…

Ángela lo observó detenidamente.

-Nunca pensé que volvería a encontrarte -le susurró, apoyando la mano en su hombro-. ¿Sabes qué es lo mejor de mi trabajo?... Comprobar cómo algunas personas expresan su propia culpa por primera vez, en voz alta, mientras aprecian el mal que han causado. -Ángela suspiró-. Tal vez no seáis muchos, pero gente como tú hacéis que defenderos sea la mayor justicia de todas.

Damián la miró confundido.

-¿Por qué te comportas tan bien conmigo? Después de todo lo que te hice… Ángela ya no sé cómo enmendar todos mis errores.

-Por la misma razón que has venido pidiéndome ayuda, yo te la doy. Los errores que cometiste han servido para que te des cuenta del valor de tu vida. Por eso mereces ser perdonado.

No hacía falta decir más. Damián supo que ya no le tenía miedo al juicio ni a la sentencia, sino a no ser perdonado por las personas que le importaban.

<<Incluso el más ruin de todos los hombres necesita alguien que le sepa perdonar, pues en el fondo siempre nos queda parte de la bondad que un día obtuvimos>>, meditó Ángela al salir de la cárcel.