IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Una historia que contar

Andrea Soto, 16 años

                  Colegio Iale (Valencia)  

Somos muchas las mujeres del mundo que, desde pequeñas soñamos con el día de nuestra boda. Desde cómo va a ser nuestro vestido, a qué flores vamos a usar, dependiendo de si nos encontraremos en primavera o invierno. Aunque el pensamiento más importante ronda sobre el chico con el que nos vamos a casar. ¿Quién será? ¿En dónde vivirá ahora?...

No escribo todo esto porque yo sea una de esas muchachas soñadoras, sino porque está demostrado que cuando la televisión emite una película romántica, las que queremos verla, las que lloramos y la veríamos cientos de veces, somos las mujeres.

Sin embargo, hace tiempo que me hago otra pregunta: ¿por qué al crecer son muchas las que dejan de pensar en casarse? ¿Por qué son tantas las que creen que van a divorciarse?

Tengo una amiga que piensa de esta manera. Ella dice que quiere tener hijos y pareja. Ojo, no habla de “esposo”, pues argumenta que para qué casarse, si vas a terminar divorciada. Sin embargo, yo tengo muy claro que me voy a casar, joven además, y que tendré hijos. Quiero una historia de amor que pueda contarle a las futuras generaciones.

Tal vez mi decisión esté forjada en la experiencia personal. Mi experiencia no es otra que la de mis padres, que se aman, están casados, viven felices y a quienes nunca se les pasaría por la cabeza divorciarse. Cada vez que mi padre nos cuenta la historia de cómo conoció a mi madre y cómo le pidió que se casara con él, transluce el mismo amor o más que la vez en la que lo vivió.

Por desgracia, muchas personas no tienen una historia de amor que contarles a sus hijos. O, simplemente, no tienen tampoco a quien contársela.

Puede que tu experiencia sea como la mía, o que sea diferente. En todo caso, en el futuro podrás elegir tener una historia para contar o no tener nada.