IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Una nueva etapa

Álvaro Villagrán, 15 años

                  Colegio Altocastillo (Jaén)  

Desvió la atención de la carretera y la centró en el móvil. Le habían mandado otro mensaje. Esta vez era de Clara, que al igual que el resto de sus amigos le deseaba buena suerte.

Dentro del coche nadie hablaba: Javi, su hermano pequeño, dormía a su lado. El pobre había tenido que madrugar mucho para poder acompañarla y despedirse de ella. Su padre conducía. Tanto él como su madre habían permanecido en silencio durante la mayor parte del trayecto, que ahora tocaba a su fin.

-Despierta, Javi. Hemos llegado –le zarandeó suavemente hasta lograr que entreabriera los ojos.

-¿Ya?...

Por toda respuesta, la joven salió del automóvil y fue a la parte de atrás, desde donde ayudó a su padre con las maletas.

Caminaron los cuatro juntos por la estación. Buscaban el andén del Expreso a Barcelona. Cuando lo encontraron, se sentaron a esperar.

Aquellos minutos se le hicieron eternos. A pesar de que, en cierta manera, temía el momento de la despedida, estaba ansiosa por subirse al tren y llegar a Barcelona, donde su amiga Carmen la estaba esperando. Tuvo tiempo de pensar en todo lo que se le venía encima: iba a pasar los próximos cuatro años, al menos, en una ciudad desconocida en la que sólo tenía una amiga. Seguro que haría muchos más en la Universidad, pero no podía evitar sentirse inquieta. ¿Había hecho una buena elección yéndose tan lejos?... ¿Cómo sería la etapa que iba a comenzar?... No podía saberlo.

Observó cómo la locomotora se adentraba en la estación. Un nudo se apretó en su garganta. Se puso en pie, con una enorme tristeza por la separación inminente. El tren se detuvo frente a ellos. <<Ya está>>, pensó. Había llegado el momento.

Se acercó a su hermano y se puso en cuclillas para estar a su altura. El pequeño tenía la cabeza gacha. Ella cogió su barbilla e hizo que sus miradas se encontraran. Le sonrió con inmensa ternura.

-Eh… -. El niño se sorbió la nariz; sus ojitos brillaban–. Cuida de papá y mamá, ¿vale, Javi? Y a ver cuándo vienes a visitarme. No creo que pueda pasar mucho tiempo sin el pesado de mi hermano favorito –bromeó.

Las comisuras de los labios del chico se elevaron. Entonces se lanzó a su cuello, rodeándoselo con los brazos.

-Cuídate mucho, Ana –le dijo.

-Lo haré –lo besó en la mejilla.

Se puso en pie y fue hacia su padre. En su rostro entendió que estaba pasando por lo mismo que ella.

-Adiós, papá.

-Ve con cuidado, hija. Ojalá tengas mucha suerte.

Lo besó también.

Cuando Ana miró a su madre, se encontró que estaba sollozando en voz baja.

-Mamá… -. No se le ocurrió nada mejor que decir.

Se abrazaron, poniendo en ese gesto todo lo que no eran capaces de transmitirse con palabras.

Se dio la vuelta y caminó hacia el vagón, despidiéndose con la mano por última vez antes de subir. Una vez sentada, la máquina se puso en marcha para llevársela lejos.

Ana mantuvo la mirada fija en su familia hasta que desapareció en la lejanía. Entonces se acomodó en su asiento y enchufó los auriculares.

Estaba a punto de empezar una nueva etapa.