XII Edición

Curso 2015 - 2016

Alejandro Quintana

Una pequeña historia
de amor

Francisco Rubio, 17 años

                Colegio El Romeral (Málaga)    

Fran tenía dieciséis años, y hacía dos que había empezado a sentir sentimientos maravillosos hacia las chicas. Si antes no le interesaban las niñas, ahora le gustaban casi todas. De modo que cada vez que se acercaba a una chica no sabía cómo comenzar una conversación con la que captar su interés. Sin embargo, esta vez tenía un plan.

Consistía en pedirle una cita a Raquel, una joven de dieciséis años que había visto varias veces en la piscina de su barrio. Le parecía preciosa: tenía el pelo rubio, los ojos azules y la tez de un tono pálido.

De modo que ese día se levantó temprano, con la ilusión extraordinaria y la sensación de que, por primera vez en su vida, se disponía a hacer algo importante. Cogió una toalla y salió de su casa, caminó durante dos manzanas, giró en la esquina y pasó por la puerta de la piscina.

Tuvo que esperar durante una hora a que Raquel apareciera. La espera le valió la pena: cuando ella llegó, los ojos se le iluminaron ante tanta belleza; con ella, la vida tenía sentido.

Procedió adelante con su plan. Primero miró a su alrededor para prever posibles imprevistos. Después, con gran confianza, se presentó ante ella. Empezó por saludarla con un <<hola>>, para empezar un pequeño interrogatorio (qué dónde vivía, qué estudiaba…). Raquel le respondía con frialdad y un aire condescendiente. Aún así, Fran intentó hacerla sonreír sin perder un ápice de entusiasmo.

No obstante, todos sus propósitos se vieron truncados cuando, de repente, un muchacho mayor que él apareció en el lugar. Toda la amabilidad que Raquel le había negado a Fran, se liberó en cuanto este patán pasó groseramente el brazo por encima del hombro de la chica.

—Raquel es mía –dijo como un verraco-. Ahora, lárgate.

Raquel ni siquiera le regaló una mirada.

Fran, con el rostro encendido y los ojos húmedos, cogió la toalla y volvió cabizbajo a su casa, en donde le invadió la tristeza y rompió a llorar, con la sensación de que le acababan de robar una parte importante de su ser que jamás recuperaría.

No pasaron muchos días cuando Raquel consideró que aquel chico mayor no le convenía. Recordó a Fran, con su mirada sincera y su sonrisa expectante. Sin embargo, Fran nunca volvió a poner un pie en la piscina.