IX Edición

Curso 2012 - 2013

Alejandro Quintana

Vida y felicidad

Rafael Amo, 15 años

                 Colegio Cardenal Spínola (Barcelona)  

Hasta hace poco, tenía una visión de la vida, pero en dos días he descubierto muchas cosas que me van hacer cambiar…

Siempre he pensado que las cosas suceden así porque sí, porque tienen que pasar, y punto, que nada tiene un auténtico sentido, como si estuviésemos presos en el interior de una circunferencia, siempre con el mismo recorrido hasta el fin de nuestra existencia.

Pero hace un mes me dieron la opción de ir con un grupo de catequesis a eso que ellos llaman un Retiro, que es pasar una noche en un lugar en el que te sabes fuera del mundo y en el que tienes tiempo para reflexionar sobre muchas cosas. Al ver que mis amigos y amigas iban, me apunté.

He de reconocer que, en un principio, me inscribí únicamente por ese motivo. Ni por asomo pensé que el Retiro podría cambiarme, ya que no había ido nunca a las catequesis.

Me pareció muy interesante todo lo que escuché, especialmente aquellas preguntas que nos hacían pensar y que ninguna ciencia puede resolver.

Aunque no soy un gran creyente, regresé feliz por haber asistido. Según dicen mis amigos, soy una persona que saca mucho de lo que escucha, que siempre vive con los ojos abiertos, atenta para aprender cada día un poco más sobre el mundo y el sentido de la vida.

Tuvimos algún problema durante el viaje, pero al fin llegamos todos. Elegimos las habitaciones y nos presentamos los unos a los otros. Ahí me di cuenta de que aunque todos parezcamos iguales, no es cierto. Como nos dijeron: <<todos tenemos algo especial, que nos hace ser diferentes>>.

Después se celebró una Misa, muy diferente a lo que yo estoy acostumbrado. El cura nos indicó que el Retiro nos ayudaría a reflexionar para solucionar aquellos problemas que nos hacen desaprovechar esta maravillosa vida.

Al día siguiente volvimos a la capilla. Luego salimos para meditar un rato sobre qué es lo que nos hace felices. Después regresamos a la capilla para reciclar esas cosas malas (nuestros errores y debilidades) y comenzar a ir por el buen camino.

Hablé largo y tendido con el profesor sobre todo lo que había aprendido, que había sido mucho, porque ahora pienso que nuestra existencia sí que tiene un sentido trascendental: lograr la felicidad para transmitírsela a las personas que quieres y a las que tal vez quieres menos.

He comprendido que debo dar gracias a Dios por ésta gran oportunidad. Ha llegado la hora de aprovecharla.

Mi vida ha cambiado; ahora ya sabéis porqué.